Se denomina orquitis a la inflamación de uno o ambos testículos a consecuencia de una infección causada por bacterias o virus. El tipo más común, sobre todo en los púberes, es la orquitis urliana o parotídea, asociada a la parotiditis (paperas), cuyos síntomas aparecen generalmente entre cuatro y seis días después de iniciada la enfermedad.
Se recomienda acudir al médico en cuanto aparecen los primeros síntomas para diagnosticar su origen y tomar las medidas adecuadas, a fin de evitar otras complicaciones a corto o largo plazos, incluida una posible infertilidad.
La orquitis también puede acompañar a infecciones de la próstata o del epidídimo (conducto en el que se almacenan los espermatozoides), y puede ser originada por una ITS como la gonorrea o la clamidia.
La tasa de orquitis y epididimitis por transmisión sexual es más alta entre los 19 y los 35 años de edad. Los factores de riesgo más evidentes son los comportamientos sexuales de alto riesgo, mantener múltiples parejas sexuales, antecedentes personales de gonorrea u otra ITS y tener una pareja sexual con una ITS diagnosticada.
Otros factores no asociados a ITS incluyen el uso prolongado de una sonda de Foley, no estar vacunado contra las paperas, problemas congénitos de las vías urinarias, infecciones urinarias regulares y haber recibido una cirugía de las vías urinarias o genitourinarias.
Centinela alerta
Los síntomas que disparan la alarma de una orquitis son muy variados y no debe obviarse ninguno. Entre los más frecuentes están el dolor, agrandamiento y sensibilidad del testículo; la presencia de sangre o secreción en el semen; fiebre; dolor inguinal; dolor al tener relaciones sexuales o al eyacular; dolor al orinar (disuria); inflamación, enrojecimiento o sensibilidad del escroto y mayor sensibilidad en el lado afectado, con sensación de pesadez.
El examen médico puede mostrar además agrandamiento o sensibilidad en la próstata e inflamación de los ganglios linfáticos en la zona de la ingle. Para determinar la causa se indican análisis complementarios como conteo sanguíneo, ultrasonido testicular, análisis de orina y un urocultivo, así como exámenes serológicos para descartar clamidia o gonorrea.
El tratamiento no es generalizable, excepto el reposo en cama con elevación del escroto y aplicación de compresas de hielo en la zona. Según los síntomas se indicarán además fármacos antinflamatorios o analgésicos, y antibióticos solo si la infección es causada por bacterias. En caso de ITS las parejas sexuales también deben recibir tratamiento.
De la disciplina del paciente depende que el testículo se recupere normalmente. Si no regresa a la normalidad se necesitarán pruebas adicionales para descartar cáncer testicular. Un dolor agudo en el curso de la enfermedad es una posible señal de torsión o retorcimiento de los vasos sanguíneos testiculares, emergencia médica que requiere cirugía inmediata.
Además de las obvias molestias y la paralización de la rutina diaria mientras transcurre el tratamiento (incluidas las relaciones sexuales), la orquitis urliana puede dejar secuelas a largo plazo. La más grave es la esterilidad, por lo que es recomendable hacer un conteo espermático posterior a la recuperación física para descartar azoospermia (falta de espermatozoides en el semen).
Otras posibles complicaciones son la epididimitis crónica, muerte del tejido testicular (infarto testicular), fístula en la piel del escroto y absceso escrotal. Algunos niños pueden presentar cierto encogimiento de los testículos (atrofia testicular).
Si se detecta inflamación de un testículo con poco o ningún dolor debe solicitarse un examen muy cuidadoso, si es posible con ultrasonido, para descartar un cáncer testicular.
Lo más eficaz para prevenir la orquitis es vacunarse contra la parotiditis y elegir comportamientos sexuales responsables, como el uso del condón y la disposición de ambos miembros de la pareja a realizarse pruebas sistemáticamente.
Fuente: juventudrebelde.cu